domingo, 17 de septiembre de 2017

Eugenio Tisselli

Imagen de Laboratorio de escritura
Venimos en son de paz.
Eugenio Tisselli

Eugenio Tisselli (Ciudad de México, 1972) también es programador informático. Vive en Barcelona y sus poemarios El drama del lavaplatos (Delirio, 2010) y Lo intranquilo del animal (Plástico sagrado, 2015) se pueden consultar en el Archivo de Poesía Mexa.
            Si queremos acercarnos a su trabajo, hay que entrar en su web: http://motorhueso.net/. Además, en Laboratorio de escritura, OpenCulture o Registro MX encontramos textos suyos que parten de la página para llegar a la pantalla y al altavoz. Tisselli colabora en Tierra Adentro o Letras Libres. Según Karen Villeda «Tisselli es un vanguardista cibernético que altera los códigos tradicionales de lectura, escritura y colaboración. Su trabajo creativo tiene tres ejes principales: el desarrollo de software artístico, la creación de narrativas digitales y el impulso de tecnologías sociales. Su statement abarca lenguaje y espacialidad». En este artículo de Letras Libres Villeda comenta los proyectos de Tisselli para la revolución digital de la poesía. Personalmente, no creo que las máquinas o los algoritmos lleguen a crear algo imprevisible. Sin embargo, esto último es algo que parece cada vez menos común en quienes escriben. La propuesta informática es entonces una necesidad.
            El drama del lavaplatos (2010) se publicó en la editorial española de Delirio. Fernando Broncano firma el prólogo «Contaminaciones industriales desde el diván donde la máquina se confiesa», en el que explica que «Le devuelve el poeta su moleskine al postpoeta con tachaduras y el acta de las hambres del robot, de sus zumbidos odiosos esporádicos. El drama del lavaplatos demuestra la antigüedad de la postpoesía, la mística del subconsciente de la cacharrería» (7). Seguidamente se advierte de los pasos computacionales que ha seguido el «verso semilla» hasta llegar a los poemas breves, rizomáticos y tarzanianos que perfectamente podrían haber pasado por obra de genialidad humana (no humanística). Por ejemplo, el poema «Me cago en la leche» se rebela:

me cago en la fórmula

yo poso
en el jugo de vaca
destruyo
en el dos por ciento
escoria en el pasterizado
desechar en el polvo

desechar

en el hollín
quite en él
en coños

abjurar de los granos de arena
abstener en el hilo

el rechazo
en él
quite la suciedad

repele
renuncia en gránulos
despedir la tierra
nada en él (24)

Tisselli mete las palabras en un electrodoméstico que requiere sal y abrillantador, pero podemos apoyarnos en esta vajilla para tragarnos la realidad social y poética que atraviesa, supongo que inconscientemente, estas estrofas frías (no vengativas). Vicente Luis Mora cierra con el prólogo «Góngora asistido»: una práctica del sistema de Tisselli; «parece ser que la calidad del resultado depende más del talento del programador o del jugador que del programa» (85). Destacan, pues, los resultados y el trabajo binario que hay detrás.
            Aunque no se explicita en Lo intranquilo del animal (2015), entendemos que también se ha seguido el programador versal de Tisselli, citado al final las decenas de fotogramas, paradójicamente, ambientados en la naturaleza de las tres partes que componen este poemario: «Lo intranquilo del animal», «La nueva escritura» y  «Ruido». Entran en juego «50. de cada creador un carácter para tomar la forma de la palabra, de cada experto para revocar la forma de la palabra combinada» (15). La poesía computacional de Tisselli continuaría en España con los estudios que recientemente lleva a cabo, por ejemplo, Pablo Gervás.
            Eugenio Tisselli tiene en común con Minerva Reynosa la experimentación de la poesía desde los recursos informáticos. Aunque a diferencia del videojuego para leer el Mammut de ella, en él encontramos procedimientos de escritura de poemas. En cualquier caso, estamos ante un fenómeno que merece atención por méritos propios. Podríamos pensar en la contradicción de la creación digital en el formato del poemario tradicional, pero los mecanismos y programaciones del autor refuerzan la idea de la escritura automática despersonalizada.


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