domingo, 14 de enero de 2018

Rosario Loperena

Rompen los espacios.
Rosario Loperena

Rosario Loperena (Ciudad de México, 1985) es autora de los poemarios Alfabeto visual (Autoedición, 2014), Cajas (FETA, 2015) e Historia de los huesos de un caballo (Autoedición, 2016). Están disponibles en el Archivo de Poesía Mexa y amplían las posibilidades del género literario que nos ocupa y nos traslada.




            La poeta está presente, asimismo, en algunas de las plataformas que venimos siguiendo: la revista El Humo, Un albornoz lleno de notas, El Periódico de las Señoras o Jámpster. Ejemplo del poema visual, su obra plantea una relación entre el lenguaje y la experimentación. En su blog podemos seguir su obra o comentarios sobre la de sus coetáneos, como es Alejandro Tarrab.
            Alfabeto visual (2014) se compone de cajas plásticas (la cubierta es una muestra) donde habitan enseres para salvaguardar la comunicación, según veíamos con Diana Garza Islas, aunque en este caso las fotografías son de la propia Rosario Loperena, quien alude a Wassily Kandinsky y la reivindicación de la línea para representar. Los textos, pues, son herramientas cotidianas que se suceden para cuadrar una traducción del espacio. En este caso las palabras complementan la sucesión de imágenes: «Sin obstáculos para su pronunciación, el sonido de las líneas fluye sobre los colores de tal modo que es muy fácil crear palabras suaves» (15). Entre las estampas de la ciudad de México, entre los detalles y la superposición de series y formas, suena la traducción del silencio, que diría Manuel Iris.
            Cajas (2015) se compone de siete envases, cuyos materiales se van corporeizando. Las rimas visuales que distinguíamos anteriormente se desarrollan ahora con paralelismos que narran desde escenas tan surrealistas como fotogénicas hasta la revisión de la historia. En ella permea Andy Warhol. Cada poema se enlaza, como en el alfabeto, con un soniquete irónico. ¿Qué hemos ido almacenando hasta ahora? ¿Dónde? Esta parece ser una guía para escuchar algo nuevo, claro e inquietante de la literatura. Así dice «Paseo»:

Tomé a la vida de la mano, caminábamos juntas
a veces se adelantaba, yo corría con ella,
otras, yo la jalaba para que apretara el paso.

Ayer, íbamos al mismo ritmo, de pronto soltó mi mano.
Salió corriendo.

En la avenida, un carro desbocado le iluminó el rostro.
Advirtió con el claxon.
Ni los frenos ni ella reaccionaron.
Yo tampoco.

Seguí mi camino (21).

La historia surge del desdoblamiento y la revelación epifánica. El diálogo es interno pero se aleja del hermetismo. Con ironía, critica los dulces envoltorios y los cierres imperfectos. Con un lenguaje claro, enumera las cajas que se suceden a diario. Aunque se desafía lo visual, son poemas que ganan en voz alta.




Los distintos poemarios conectan ideas frágiles que discurren como hormigas o grillos. Así viene Historia de los huesos de un caballo (2016): «Este libro es un ejercicio para cazar una / criatura que habita dentro del cuerpo. / Para darle libertad entre los huesos» (7). Las ilustraciones de Wellcome Library, la tipografía y las aventuras del personaje nos hacen pensar en un libro de poesía para niños. Ahora bien, si queremos saber cómo evoluciona el poema visual en México, cómo se crean nuevos lenguajes desde lo cercano, cómo se despliegan los detalles del texto o cómo se gesta el sonido de la lírica de los objetos, hay que leer a Rosario Loperena.


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