domingo, 28 de enero de 2018

Xitlalitl Rodríguez Mendoza

I love all these topless metaphors
Xitlalitl Rodríguez Mendoza

Imagen de No-FM Radio
Xitlalitl Rodríguez Mendoza (Guadalajara, Jalisco, 1982) es autora de cinco libros de poesía: Polvo lugar (La Zonámbula, 2007), Datsun (Punto de partida, UNAM, 2009), Catnip (La Ceibita / FETA, 2012), Apache y otros poemas de vehículos autoimpulsados (Mono Editores / Conaculta, 2013) y Jaws: Tiburón (Mantis Editores, 2015). En el Archivo de Poesía Mexa encontramos Datsun y Catnip (luego se añadió Jaws), muestra representativa de la madurez de la joven poesía mexicana.

            La tapatía aparece en Tierra Adentro, Letras Libres, Replicante, La Tempestad, Asociación pospoética, Op. cit., Hangar, Tercera vía, Mexico City Lit, Lecturas, Transtierros, Signaturen, La petite dame de Arely Jiménez o Punto de Partida (donde también podemos escucharla). Además, es editora de la revista Vice en México. Xitlalitl Rodríguez dice escribir por Rodrigo Castillo (y El pobrecito señor X). Asimismo, reconoce la influencia cercana de Mónica Nepote, José Eugenio Sánchez, Minerva Reynosa o Maricela Guerrero; quien comenta sus poemas en Vallejo&Company.
            En el #CuestionarioNoFM la poeta señala que «[s]omos víctimas de la necedad del subconsciente». Y ese subconsciente se enzarza en un choque pacífico con las tomas falsas de la realidad. Un ser imaginario o un gato experimentan con los márgenes de la rutina de las sílabas trabadas.
            Datsun (2009) cuenta en prosa los méritos de quien pierde la corriente en contra. Fluye. Limpio. Aprende de la herida. Las tres partes, «Datsun», «La cajita feliz» y «Apuntador», se presentan como un viaje que debe de hacer y recrear quien lee. La naturaleza imanta mundos imposibles que salvaguarda el pirómano frío. El protagonista de la historia dialoga con otro ser interno que no nos escucha. Quien lee, de alguna manera, reconoce la abstracción del texto en su memoria sensitiva. Una lista de palabras preferidas incide en las que vienen tachadas. La marca distingue la diferencia entre lo que está en la mente y en la página: «Línea es lo que hay entre el sonido y su morada» (52). El poemario, me parece, es un arte poética y un tratado vital o un paseo en bicicleta. Las agujetas que duelen tras el esfuerzo provocan destellos, energía: irradia la nada.
            Catnip (2012) compagina la prosa y el verso libre. En ambos sentidos, el texto se mantiene con fuerza centrípeta. De nuevo la estructura es tripartita: «El arenero de la Infanta Sinalefa», «Fukushima» y «Edith lo ama»; sin embargo, ahora el protagonista es real, el gato Sinalefa. El paseo de Baudelaire y las vocales de Rimbaud forman losetas que, sigilosa, conquista la lengua felina: «Un gato que va tachando sus vidas en la pared [IIII]» (13). Fukushima y su accidente nuclear, humo oscuro para decir «Goodbye, Hello Kitty» (19). Las referencias textuales critican la violencia social. Sergio Loo reseñó Catnip en Punto en línea y destacó que «[p]or alguna extraña razón, después de la lectura de la tercera parte de Catnip se antoja escuchar a The Smiths, mencionados en uno de sus textos. El ritmo, la lógica y su humor recuerdan mucho a las mejores letras de Morrisey». Puede que la poesía sea una habitación donde suena un maullido al compás de un disco que no hemos puesto.
            El lenguaje fresco entra en la mente de los seres vivos que nos habitan. Suena con la cadencia que explícita, implícita o sugerentemente llega antes del son. El sosiego de la vorágine neovanguardista encuentra un punto a favor en la complejidad del discurso que pendula arraigado.




Pienso que Xitlalitl Rodríguez coincide con las amplitudes domésticas de Eva Castañeda y con lo onírico de Diana Garza. En medio está la longitud del verso, su morada. La ganadora del Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano en 2015 es una referencia para la poesía mexicana contemporánea, tal como lo vimos en Sombra roja: diecisiete poetas mexicanas (2016). El sujeto poético se traslada una vez más. Suma y parodia lo cotidiano, nuestros vicios y erratas: y la palabra es legible y necesaria.

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